Fue la semana pasada, cuando estuve en la Fnac de La Gavia y revisando libros llegué a ver uno pequeñito que sobresalía, como si alguien lo hubiera dejado así a posta. Lo cogí y leí su título, «Innovación una breve introducción» de Mark Dodgson y David Gann. Aunque no era el libro que iba buscando, decidí darle un oportunidad, ya que eran poco más de 200 páginas y lo más importante, era como si el destino lo hubiera dejado ahí para mi.
Aún no le he podido dedicar más de 10 o 15 minutos, pero ha sido suficiente como para leer el prólogo y el capítulo dedicado a Josiah Wedgwood. Nunca había oído ese nombre, por lo que, al llegar a la página 17 y leer el título «Josiah Wedgwood: el mayor innovador del mundo», no pude dejar de leer. Quería saber más de una persona a la que un par de autores colocaban en semejante posición.
Tras leer el relato, pude comprender que el motor de Josiah, era la obsesión por mejorar el proceso de fabricación de la porcelana. Estamos hablando del siglo XVI. Ha sido en ese momento cuando me he puesto a buscar, de entre todas las personas con las que me relaciono, a alguien parecido. Y al poco me ha venido el nombre de un buen amigo a la cabeza, Jesús.
Hace unos meses, estuve con él en su centro de producción y cuando estaba terminando la visita me comentó que, tenía decidido dejarlo. Que llevaba un tiempo dándole vueltas, y que lo que le apasiona no es la manufactura, sino toda la parte de innovación. Así, en frío, uno podría pensar cosas como que, justo ahora no es el mejor momento o no lo dejes de golpe, sino ve haciéndolo de un modo más progresivo, etc. Pero no era el caso, porque al igual que Josiah, Jesús siente el profundo deseo de mejorar las cosas, de investigar, testar, experimentar. Es decir, llevar al límite su capacidad de ideación e ingenio. Lo que busca, es añadir esa diferencia que perfeccione el producto, proceso o servicio. Tanto es así, que ya dispone de varias patentes que, están siendo utilizadas por multinacionales líderes en sus sectores. ¿Cómo recomendarle no volar? Tenía claro que mi respuesta a su comentario iba a ser. «por supuesto tío, ¡adelante!» Porque las personas debemos hacer todo lo posible por dirigirnos hacia eso que nos hace sentir pasión, que nos produzca la maravillosa sensación de tener mariposas en el estómago. Entiendo que, en ocasiones eso es muy complicado. Ya que, muchas veces ni tan siquiera tenemos tiempo para preguntarnos y escuchar nuestras respuestas. ¿Somos cobardes?
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