Uno de los deportes que más me gusta practicar es el montañismo. Comencé con él cuando estuve viviendo en la zona del Moncayo, más concretamente en el lado soriano del mismo. Desde entonces formo parte del Club de Montaña Cima 2.000 Moncayo. Comencé con ellos haciendo trekking y poco a poco fui incrementando los metros de altura de las cumbres que ascendía, así como el nivel de dificultad y la exigencia física. Pero también tuve que trabajar, y mucho, sobre mi vértigo. Cuando había un paso muy aéreo, o a la cima se accedía trepando o simplemente se me ocurría mirar para abajo, ahí estaba esa sensación que bloqueaba mi mente y mi cuerpo. Algo que, como comprenderá el lector, puede resultar tremendamente peligro, no sólo para la propia integridad del montañero, sino también para el resto de compañeros de cordada. Así pues, siendo conocedor de mis limitaciones y teniendo claro los futuros desafíos que quería afrontar, decidí hacerle frente. Lo primero fue apoyarme en mi buen amigo y guía profesional de montaña, Fernando Sierra. Con él mejoré en confianza y técnica de agarre, trepada, destreza con piolet y crampones,… Lo segundo fue viajar en repetidas ocasiones a Pirineos para hacer crestas, que para quién no conozca lo que es crestear, se trata de progresar por terrenos muy escarpados y aéreos, tanto en condiciones invernales como estivales (con y sin nieve y hielo). Allí arriba, encordado a un guía profesional y mirando hacia el precipicio, pude ser más consciente de lo que mi cuerpo me sugería, y poco a poco ayudar a mi mente a aceptarlo y desbloquearse.
Pues algo similar me ocurre todos los primeros de año. Siento ese vértigo recorrer mi mente y dibujar nubarrones en ella. Sin embargo, gracias a un mayor y mejor autocontrol (y experiencia) soy capaz de anular esos pensamientos tan poco productivos. Entiendo que buena parte de esto se debe a que un año se cerró (y con él todos los objetivos y tareas) y uno nuevo se presenta en el horizonte completito de nuevos proyectos, eventos, tareas, responsabilidades, objetivos,… y éso que no está aún aterrizado (bajado al detalle) puede asustar. Así fue por lo que ayer, en un hueco que tuve, comencé a dibujar la hoja de ruta de los primeros meses, alojando meetups, reuniones, colaboraciones,… y definiendo horarios para dar cabida a todas las franjas de trabajo, estudio, lectura,… Tras el primer boceto, todo tenía mucho más sentido y la sensación de vértigo prácticamente había desaparecido.
Con ésto, lo que quiero hacerte ver es que lo primero y fundamental es identificar tus miedos y descubrir su origen (causa raíz) para en segundo lugar, hacerlos frente trabajándolos. En este simple ejemplo el miedo a no ser capaz de manejar el conjunto de tareas y responsabilidades comprometidas me hacía dudar de mí. Algo que con un simple bloc, bolígrafo y tiempo fue fácilmente manejable. Por supuesto, aquí juega un papel básico la experiencia previa en la gestión de ciertas tareas, ya que eso te permite realizar una mejor estimación del tiempo a dedicar, e incrementa la propia sensación de confianza. Es como estar atado a un profesional de la montaña cuando avanzas por la nieve, que ni mirando al precipicio eres capaz de sentir miedo 😉
Por cierto, hablando de sentir miedo, aquí os dejo uno de mis vídeos por Pirineos encordado a Nacho Garrido, guía profesional de Montaña.
Foto de portada gracias a M Venter: https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-en-camiseta-sin-mangas-gris-1659435/